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Me resisto y, así lo haré siempre, a pensar que nuestra Gran Nación Mexicana es de un solo hombre o, de unos cuantos que, aunque fuesen muchos, no son la mayoría. ¿A quién le duele el México herido o, a quien le importan las víctimas y su dolor? Solo a ellas, las víctimas y a quienes están a su alrededor, no más. Lo público se encubre; lo privado lo rehúye.

El tiempo no regresa jamás, igualmente, el agua que pasa en un río, jamás será la misma. El parecido es bastante para estar seguros que, lo transcurrido en el tiempo que nos toca vivir, no regresa jamás, igualmente el agua que circula en un río, nunca será la misma. Así, cuando no somos conscientes de cada segundo qué pasa, no lo seremos nunca.

El presente es la fracción efímera de tiempo, que une el pasado con lo que viene. Llega, una vez más la Natividad que celebramos cada año. Desde luego los buenos deseos de amor y paz, progreso, alegrías y abrazos, quieren retratar una realidad deseada pero, no llega.

Se ha preguntado ¿porque en estos 2022 años, a pesar de los deseos generalizados de bienestar, cariño, amor y, progreso, aún no hemos tenido la capacidad de lograrlo? Vamos ni siquiera como lo dicen algunas personas ni  “decretándolo”

Cierto como pasa en casi todo el Mundo, habría que festejar el nacimiento del Jesús de Nazaret, que en la Fe, tendríamos que regalarnos el reencuentro de las personas, pero que, no llega. Se interponen la avaricia, la envidia, la soberbia. El comportamiento de  las personas tendría que ser congruente con sus deseos de esta época y, no lo es.

Sobra decir que desprendido de tantas cosas malas, queda el dolor de pérdidas humanas y abusos de poderosos, dentro y fuera de lo público; el ser humano se pierde. Lo más increíble es que en este Planeta, las comunicación se da entre humanos y, los buenos parabienes se ofrecen entre ellos pero, entre nosotros mismos, no logramos realizar lo bueno y, se atropellan a los demás para que no llegue; se esfuma el buen deseo.

Sin éxito ni fortuna vemos cómo el sufrimiento no se aleja, por el contrario crece y, la indiferencia para quienes son víctimas, igualmente aumenta. ¿Quién desde lo particular o lo público, habla de las víctimas, a quienes les importan? Pasado los eventos tristes, el asombro ya no es opción para muchos, aparece entonces la indiferencia y, lo desagradable se va olvidando, los dejamos atrás y, continuamos.


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